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Inspirándome con un elemento - Día de la Paz

30/1/16



¡Hola hola! Hoy, como cada 30 de enero desde hace décadas, se celebra el Día de la Paz para conmemorar a Ghandi que falleció ese día del año 1948. Y como es una fecha que siempre me ha gustado y que me trae buenos recuerdos, había decidido traeros un pequeño relato. Y luego en el blog de +R. Crespo he visto que su iniciativa de Inspirándome con un elemento ha vuelto, así que no lo he dudado y he hecho un dos en uno. El elemento elegido para esta semana es esta canción. La canción me trasladó a una época pasada y el hecho de que fuera el Día de la Paz me dio la idea de narrar una disputa, lo demás fue saliendo solo a medida que escribía, ¿te quedas a leer?

LAS LAGUNILLAS DE CERRALBA
Leandro Romero  Zoila Casapalma

Era una tarde cualquiera en el pueblo de Cerralba, las mujeres que se quedaban en casa permanecían entretenidas escuchando la radio y planchando camisetas o cosiendo los agujeros de los calcetines. Las que habían salido a comprar iban del brazo de sus maridos y otras, viudas todas ellas, se habían reunido en la plaza a jugar a juegos de mesa y hablar sobre los últimos cotilleos.

A los hombres por otro lado, los que habían sido afortunados de tener un trabajo, todavía les esperaba unas dos o tres horas para que se pusiera el sol y pudieran volver a casa con su jornal. La mayoría vivían del campo, del cultivo de las tierras: tomates, papas, olivas y el recién llegado tabaco que estaba causando furor en las altas sociedades. Los menos afortunados molestaban a sus esposas mientras estas intentaban hacer las labores domésticas, pues solo se quejaban de sus infortunios y volvían a casa borrachos.

Uno de los últimos cotilleos que rondaba por el pueblo era el del romance entre la joven de buena familia, Zoila Casapalma y el joven Leandro Romero. Los Romero vivían en el pueblo en una casa de un solo piso y con siete habitaciones, aunque eran ocho hijos más el matrimonio, Leandro había nacido el séptimo y se llamaba así por su tatarabuelo, había asistido al colegio hasta los catorce años cuando decidió dejar los estudios para ponerse a trabajar en el labriego con su padre. En cambio los Casapalma venían de las afueras del pueblo, se habían instalado hacía pocos años y Zoila tenía ascendencia francesa, por lo que era considera extranjera por muchas de sus compañeras del internado donde estudiaba.

Los jóvenes se conocieron en una fiesta de pueblo hacía unos meses. Ella estaba fuera del internado por las vacaciones de verano y su madre, para intentar que su hija socializara e hiciera amigas en el pueblo, decidió comprarle un vestido muy parisino con el que asistir y la mandó a la fiesta sola. Leandro había reunido parte de su jornal para comprarse una camiseta limpia y poder comprarse algo en los múltiples puestos de comida.

Pero cuando Zoila llegó con su vestido nuevo a la fiesta se dio cuenta de que estaba fuera de lugar, su madre se había equivocado en cuanto al tipo de fiesta: los hombres estaban borrachos y bailaban solos o en compañía de mujeres ligeras de ropa y el resto de mujeres que no bailaba estaban sentadas observándolo todo. En especial a ella. Así fue cómo se dieron cuenta de que el joven Leandro se había acercado a la niña para preguntarle si se encontraba mal.

Zoila comenzó a llorar desconsolada y partió de vuelta a su casa corriendo y el bueno de Leandro, a pesar de llevar soñando con esa fiesta desde hacía meses, corrió detrás de la joven y la detuvo. Eso alertó a todos los que estaban celebrando en la fiesta, unos no le pusieron más asunto y otros, le pusieron demasiado. Así comenzó el romance, y los rumores.

***

—¿Hay algún problema con mi hija, doctor? —preguntó alarmada Marcela, la madre de Zoila.

—Su hija está embarazada, me temo —respondió el médico mientras subía sus gafas desde la punta de su nariz.

El médico abandonó la casa de los Casapalma acompañado por el padre de familia que enseguida volvió a la habitación de su hija, junto a su mujer.

—Te enviaremos lejos, tendrás al bebé y lo entregaremos a una familia. Conozco a varias parejas en la capital que no pueden tener hijos, lo aceptarían encantados y nadie lo relacionaría contigo, hija —sentenció el padre antes de volver a dejar la habitación. 

Marcela lo acompañó y Zoila se levantó rápidamente de su cama para cerrar la puerta tras ellos y se dirigió a su escritorio. Apartó sus libros de lectura y le escribió una carta a Leandro. Él sabía leer, pero tuvo cuidado con su caligrafía para que el joven no tuviera dificultades al entender lo escrito.

Amor mío:

Me encuentro ahora mismo en mi habitación muy asustada, el doctor ha venido a verme y ha anunciado que estamos esperando un hijo. No sé si la idea te complace o te asusta como a mí, quizás ambas cosas. Mi familia quiere que me vaya a la capital donde entregaré nuestro bebé a una familia de desconocidos, ya que entiende que somos jóvenes y tu familia pobre, y no quiere cargarme con la deshonra que significa que todos me vean embarazada.

Debo obedecer, la otra opción es que vuelva el doctor y me recete algo con lo que parar el embarazado. Esa idea me destrozaría el corazón, en parte saber que nuestro hijo estará cuidado y que no le faltará de nada, me consuela enormemente. 

Después de esta noticia no creo que mis padres permitan que salga sola de casa nunca más, pero intentaré llegar hasta el río, en el lugar de siempre, junto a la roca donde grabamos nuestros nombres. Espero verte allí, quizás sea la última vez que nos veamos. Pero si no logro salir de casa quiero que recuerdes que siempre te amaré y que siempre seré tuya, solo tuya.

Zoila.

El joven abrió la carta que le llegó en seguida, pues Zoila le pagaba unas monedas al hijo de la cocinera para que fuera su mensajero personal. Y Leandro abrió la carta y tuvo que sentarse al leer la primera frase. La idea de tener un hijo también lo asustaba, pero le llenaba el corazón de alegría. Al terminar de leer la misiva no entendió el comportamiento de los padres de Zoila, sus padres se habían casado con catorce años y su madre había tenido a su hermano mayor con quince. Él y Zoila ya tenían dieciséis, ¿qué problema había en que se casaran y criaran a su hijo juntos? 

Entonces, al formularse esa pregunta, lo entendió. Para que estuvieran juntos tendrían que vivir en la misma casa y los padres de Zoila jamás permitirían que ella viviera en una casa humilde como la suya. Entonces Leandro tuvo una idea: cogería todas sus cosas, sus ahorros, puede que le robara algo de dinero a sus padres y a sus hermanos, dejaría una nota de despedida y huiría con Zoila tan lejos como pudiera.

Salvo que, al salir de casa, con todo el equipaje y el dinero robado, Leandro se topó con sus hermanos mayores que le exigieron una explicación. Y luego con Servando, el padre de Zoila, que venía dispuesto a darle una paliza al hombre que se había atrevido a desflorar a su hija y deshonrarla. Los hermanos Romero le pararon los pies al señor Casapalma que había enrojecido de la furia y para cuando lograron calmarle, llegaron de trabajar los padres de Leandro.

La tarde que había comenzado tranquila en el pueblo de Cerralba estaba a punto de convertirse en todo lo contrario. Solo faltaba Zoila, que había logrado escaparse de casa cuando vio que su padre salía y se montaba en su carro. Su madre estaba ocupada llamando al internado para inventarse excusas sobre la ausencia de su hija, así que tampoco fue un problema.

El señor Félix Romero, padre de Leandro, tomó la carta que asomaba en el bolsillo de su hijo. Vio unas letras en ella y se la dio a su hijo menor, el octavo, de nombre Jesús, que era el único aparte de Leandro y el sexto hijo, que sabía leer. Jesús leyó la carta en voz alta y cuando llegó a la parte donde Zoila explicaba el lugar exacto donde debían encontrarse, Servando salió corriendo de la casa de los Romero a buscar a su hija. Y luego lo siguieron los hermanos y el padre de Leandro, que también tenían interés en saber qué más estaba pasando.

Pía, la madre del joven, prefirió quedarse sentada en la mesa del comedor, en una silla hecha a partir de un tronco de madera. Miraba con decepción a su hijo que aún no entendía qué había hecho mal, qué era tan grave que no podía solucionarse con una boda.

***

Mientras tanto, en el río, la joven se mojaba los pies en el agua fría del río. Hacía días que no veía a Leandro y estaba deseando besarle de nuevo, sentir sus abrazos, oler su perfume que en realidad era jaboncillo que usaba para lavar la ropa y acariciar sus manos ásperas de labrar el campo. Pero lo que vio la asustó y paralizó por completo: su padre venía corriendo a toda velocidad hacia ella y detrás podía distinguir a los hermanos de su amado, no sabía qué hacer e instintivamente retrocedió un pasó, resbalando en una piedra y cayendo por completo al agua que la arrastró corriente adentro.

Servando era un hombre de montaña, también había vivido del campo, y de donde él venía no había ni ríos ni mares, así que se metió al agua sin saber si sería capaz de flotar y comenzó a ahogarse. Cada vez que lograba avanzar para ayudar a su hija que seguía siendo arrastrada, él se hundía un poco más. Los hermanos Romero llegaron a tiempo para sacar al corpulento señor Casapalma del agua, y cuando intentaron salvar a la chica, esta ya había desaparecido en el horizonte. El mayor de ellos, experimentado en nadar en ese río, sabía que había veces que las corrientes de agua eran tan fuertes que ni él podía nadar en ellas, y se resignó dando por perdida a la joven.

Finalmente cayó la noche y ya era imposible ver nada, los Romero volvieron a su casa y en el río se quedó Servando con los Agentes de la Paz que se encargaban de ese pueblo. Ellos consolaron al hombre y lo llevaron de vuelta a casa, Marcela se descompuso al enterarse de lo sucedido y avisaron al alcalde y al cura, uno se encargó de poner la bandera del ayuntamiento a media asta y el otro del repique de las campanas que anunciaban una muerte más.

Cuando los hermanos llegaron a su casa, Leandro cerró los puños y comenzó a golpear a sus hermanos, los culpaba por no haber ayudado a su amor y se culpaba a sí mismo por haber permitido que la vergüenza y el miedo le pudieran y no haber acudido también al río. Él sí hubiera dado su vida por la de su novia.

***

El el pueblo de Las Lagunillas dos pescadores encontraron a una joven flotando en el agua, se apuraron en entrar y sacarla, pues ya era de noche como para que se tratara de un baño, y la chica parecía moverse y necesitar ayuda. Los señores entraron en el agua y cuando vieron la fuerza con la que habían sido transportados varios metros de la orilla, decidieron llamar a un tercer pescador que se encontraba recogiendo sus cosas.

El hombre abrió su sacó y sacó una cuerda que la tiró a sus amigos. Uno de ellos logró atrapar la cuerda y otro a la chica, y poco a poco lograron sacarla del agua.

—¿Qué te pasó, niña? —preguntó el tercer pescador.

—Me caí al agua desde Cerralba y no había podido salir nadando —contestó ella tiritando de frío.

Los hombres la arroparon y la acompañaron al médico, que se trataba del mismo que horas antes la había atendido, ya que los médicos escaseaban y uno mismo se encargaba de varios pacientes de varios pueblos diferentes. 

***

En Cerralba la noticia de que Zoila seguía viva corrió como la pólvora y a la mañana siguiente no había vecino que no supiera lo sucedido. La joven volvió a su pueblo en caballo, acompañada del alcalde de Las Lagunillas, y la hazaña le llevó a cerrar un trato que llevaba años queriendo hacer con el alcalde de Cerralba, por lo que al final ambos pueblos se juntaron y pasaron a llamarse Las lagunillas de Cerralba, acabando con las disputas entre vecinos para siempre.

El señor Servando Casapalma organizó una fiesta para su hija, a la que había recuperado y por lo que estaba muy agradecido. Pero la joven se opuso y pidió que la dejaran tener el bebé y casarse con Leandro, que había pasado la noche encerrado en un calabozo para evitar que se hiciera daño a sí mismo o a otros.

Y finalmente hubo boda y hubo bebé, al que llamaron Juan Augusto, como los pescadores que le salvaron la vida a Zoila.

Reto: ¡Yo escribo! - Séptima pregunta

28/1/16



¡Hola hola! La última vez que traje una pregunta de este reto fue en diciembre, y la verdad es que estaba deseando volver con él porque ya queda poco para acabarlo. Si vosotros también queréis participar, os dejo el enlace al blog de Eleazar Writes donde podéis encontrar el reto.

—Séptima pregunta: ¿Creéis en la ética de las editoriales para con los autores? Os invito a hablar de vuestros miedos, de vuestras aspiraciones, de cómo sería vuestra editorial ideal, qué es lo que NO debería hacer una editorial con vuestro manuscrito y de lo bien o mal que os han tratado en tales editoriales.

Bueno, esta pregunta es complicada porque yo todavía no he presentado nada a una editorial, pero lo cierto es que conozco varios casos donde los autores han salido perdiendo porque la editorial se queda con los derechos de tu obra por lo que no puedes llevarla a otra editorial si con la primera te va mal. También ha sido popular últimamente el caso de un escritor que tenía una idea de proyecto con varios bloggers para publicitar su libro por la blogosfera. La idea era buenísima, creo que consistía en revelar pistas que llevaban a resolver el caso del que trataba el libro. No sé, yo no fui parte de ese grupo de bloggers que iban a colaborar con el autor y no me enteré muy bien, pero el caso es que la editorial canceló el proyecto de la noche a la mañana y sin dar explicaciones.

A mí este tipo de cosas me dan muy mala espina, por eso prefiero gastarme el dinero en registrar primero mi obra, luego en contratar a un servicio de edición y otro de imprimación y posteriormente, volverme loca para publicitarlo. De hecho este blog está pensando como plataforma para eso, en un futuro más lejano, quizás en unos años, pero el día que lo haga, será aquí donde vayáis a encontrar toda la información de mis novelas, enlaces a Amazon, etc.

Por supuesto no quiero ofender a nadie, hay editoriales de todo tipo, pero yo prefiero no arriesgarme confiando mi trabajo en alguien que no sé cómo lo tratará.

¿Qué problemas o miedos tenéis vosotros de cara a las editoriales?

Baile de lenguas - Capítulo 1: Bachata

25/1/16



Mi casa era un ático bastante grande que me gustaba mucho. Me había ido a vivir ahí con dieciocho años para estar más cerca de la academia donde entrenaba ocho horas cada día. Aunque yo siempre me quedaba un rato más o volvía a casa y seguía entrenando por mi cuenta. El baile era mi pasión y lo único que sabía hacer bien en la vida.

Ahora trabajaba como soporte técnico en una empresa. El sueldo estaba bastante bien y me había permitido remodelar toda la casa, comprarme un coche más grande y actualizar mi fondo de armario. Pero seguía sintiendo que me faltaba algo y nada de lo que hiciera servía para llenar ese vacío. Y es que ya hacía un año que no bailaba, ni me acercaba a ver competiciones, ni escuchaba música. Vivía entre el trabajo y estas cuatro paredes, no existía mundo para mí fuera de esto. Ya no.

Mi familia y mis amigos fueron una gran ayuda durante mucho tiempo, luego solo quedaron mis padres y tres amigas del instituto. Todos los demás se habían ido hacía tiempo. En parte les entiendo, hicieron todo lo que pudieron para sacarme de mi depresión y mi estado huraño, pero no consiguieron nada y acabaron cansándose. Demasiado rápido, para mí gusto. Deberían de haberlo intentado más, pero tampoco puedo quejarme, ellos tenían sus vidas y no las iban a parar por mí.

Ahora mismo estaba en la cocina terminando de hacer la cena, lo último que me apetecía era salir de casa, pero lo hice y anduve un rato. El aire frío me vino bien, pero enseguida me cansé y volví a casa. Había perdido toda mi forma física. De hecho no practicaba ningún deporte desde hacía un año y cuando intentaba algo, me volvía el dolor insoportable de la pierna. Ese dolor que me impidió seguir bailando se debe a un accidente que ocurrió hace un año. Me fracturé en tres la tibia y el peroné, quedando incapacitada para hacer lo que más me gustaba en la vida. 

Y lo intenté, creedme que lo intenté y eso fue lo más doloroso: darme cuenta de que ni con todo el esfuerzo del mundo y ni con todas las ganas de volver a los escenarios que tenía podía volver a bailar como antes. No sin perder el equilibrio y aguantar demasiado dolor, ya que mi especialidad era el ballet y necesitaba, entre otras cosas, dar saltos. Y cada vez que mis pies tocaban el suelo después de un salto, me caía.

Por eso, si no podía hacer ballet, no quería seguir haciendo nada relacionado con la música y me aparté de todo y de todos. Ahí fue cuando sentí el apoyo y el calor de los más cercanos, que, como dije, se fueron tan pronto como llegaron y solo quedaron cinco personas. Cinco personas sin las que ahora no tendría nada, empezando por esta casa, pues no habría podido seguir pagando el alquiler si no me hubieran ayudado a conseguir el trabajo. 

Había vuelto a casa, había hecho un poco de limpieza y ahora estaba leyendo un libro cuando alguien tocó la puerta. Eran Dafne y Adelaida, o Ade como la llamamos nosotras, dos de mis tres mejores amigas.

—¡Sabi, corazón! —me saludaron Dafne y Ade al abrir la puerta.

Dafne era la más bajita de las tres, tenía el pelo rubio y los ojos color miel. Sus facciones eran más redondas y tenía aspecto de niña de ocho años que hacía su primera comunión. Ade en cambio era un poco más parecida a mí, solo me pasaba por unos centímetros y tenía el pelo castaño oscuro como el mío, pero siempre se lo recogía en una coleta o en una trenza y sus ojos eran tan oscuros que costaba encontrarle la pupila.

—¿Qué hacen aquí tan tarde? —pregunté mirando el reloj.

—Cuando lo sepas nos vas a querer echar… —dijo Dafne mirando a Ade con una sonrisa de complicidad.

A pesar de habernos conocido a la vez, Dafne y Ade nunca habían sido tan amigas como después de mi accidente. Eso las había unido porque tenían un objetivo en común: ayudarme.

—Chicas, estoy bien —dije—. Si esto es porque se cumple un año del accidente no tienen de qué preocuparse.

—Mari nos está esperando en el coche para ir a una… fiesta —dijo Dafne entrando en la casa. Todavía estábamos en el pasillo de la entrada.

Mari era más morena que Ade y que yo, aunque su altura estaba entre la de Dafne y la mía. No era la más guapa de las tres, pero tenía un cuerpo precioso y siempre vestía para lucirlo, por lo que nos daba siempre un poco de envidia. Ella es una de las tres amigas que nunca me dio la espalda. 

Por eso no podía decirle que no a mis amigas, no quería que después de todo lo que habían hecho por mí se acabaran yendo como las demás. No ahora que ya estoy mucho mejor. Además, si quiero convencerlas de que estoy llevando bien el aniversario del accidente no puedo decir que no.

—¿Dónde es esa fiesta? —dije con mi mejor cara de entusiasmo, aunque se notó que fingía.

—Eso es lo que no te va a gustar —continuó Dafne—. Es un salón de baile, habrá una competición a medianoche que durará una hora y luego continúa la fiesta… pero nos podemos saltar esa parte si quieres.

—No creo que deba —dijo Ade y tanto Dafne como yo la miramos atentamente— necesita enfrentarse a sus miedos de una vez por todas. ¡Y qué mejor oportunidad que esta!

Ade siempre había tenido esa dureza. Para ella siempre ha habido una forma fácil de arreglar las cosas y le molesta cuando los sentimientos se ponen en medio. Conmigo fue muy paciente, pero me gustaba que me dijera las cosas tal y como son y no tratara de protegerme como a una niña. A veces un poquito de realidad viene bien. 

—Está bien, Dafne. Ade tiene razón —dije mirando a la rubia—. Iba a decir que sí de todas formas.

—¿Segura? —preguntó ella indecisa y Ade rodó los ojos, aunque Dafne no pudo verlo.

—Que sí. Me visto y nos vamos —di por finalizada la conversación y me dirigí a mi habitación. 

En realidad no me apetecía nada. Ya estaba a punto de irme a dormir cuando llegaron ellas. Pero abrí el armario y me puse a mirar qué vestido me quedaría mejor dada la ocasión. En todo el último año solo me había puesto un vestido en una ocasión: un duelo. Y era un vestido gris oscuro con mangas y que llegaba a las rodillas. Lo odiaba.

Los rojos eran demasiado provocadores y yo tenía ganas de algo más… tenía ganas de ponerme el pijama la verdad. Amarillos y mezclas de colores cálidos eran demasiado alegres y cortos para una noche de diciembre. Seguí buscando y no encontré nada adecuado, me estaba deprimiendo cuando entró Ade en la habitación seguida de Dafne y me dijo que fuera en pantalones y camiseta, como ella.

Lo de soluciones fáciles no podría pegar mejor para describir la personalidad de Ade. Pero tenía razón. Me puse unos pantalones vaqueros o jeans ajustados de color azul oscuro y una camiseta de tirantes marrón, unos tacones altísimos y una chaqueta de lana del mismo color rojo intenso que los zapatos. También aproveché la ocasión para maquillarme un poco, ya que hacía tiempo que no lo hacía y me relajaba bastante. Me apliqué un poco de sombra café, un poco de máscara de pestañas y un pintalabios también rojo, quería verme elegante y añadí unos pendientes plateados que encontré en el armario del baño.

Esa noche me habían dicho que competían Gala y Yago y que seguro que los conocía de cuando yo misma competía. La verdad es que el nombre de ella me sonaba muchísimo, pero el de él no. De todas formas, la idea de encontrarme con ex compañeros no es que me hiciera especial ilusión, sobre todo porque, aunque ya no perteneciera a ese mundo, me gustaba pensar que seguía teniendo algún tipo de reputación, buena reputación. Y que me viesen solo traería rumores, quizás alguien notara que cojeaba de una pierna y empezaran los cotilleos.  

Pero no quería pensar en eso y darle más vueltas al asunto. Salí de casa con un pequeño bolso cruzado en el que guardé las llaves y mi cartera con algo de dinero que, de casualidad, tenía suelto. Y me subí al coche con Dafne, Ade y Mari. Yo iba en los asientos traseros con Dafne y Ade, como es más alta, iba en el asiento del copiloto para poder estirar mejor las piernas. En realidad ese asiento me vendría mejor a mí, pero no quería pecar de quejica con mis amigas, sobre todo para no recordarles a cada momento mi problema con la pierna. 

Cuando llegamos al salón todos los ojos se posaron en Mari y en su extravagante escote. Se perdió entre la gente a los dos segundos, pero ya nos tenía acostumbradas. Las tres fuimos directamente a la barra y pedimos unas bebidas, yo me había tomado unos calmantes para el dolor de la pierna así que me pedí un refresco.

El salón era bastante cutre y pequeño. Las luces eran amarillas y señalaban al escenario, y el resto del local estaba prácticamente a oscuras. La barra estaba llena de gente y todos tendrían alrededor de cuarenta años, de repente me sentí fuera de lugar. Yo solo tenía veinticinco. 

La música estaba demasiado baja y no entendía la letra, solo reconocía que era bachata por el ritmo. A mi derecha había unas mesas que estaban todas ocupadas y, entre las mesas y la barra donde yo estaba, había un baño. Todo me seguía pareciendo cutre y Dafne y Ade enseguida me dieron la razón.

—La idea de venir aquí fue de Mari, no tenía ni idea del sitio al que nos traía —dijo Dafne dándose la vuelta para observar mejor el lugar.

—Si nos vamos ahora le haremos un feo, aunque ella ni se dará cuenta —dijo Ade riendo—. Pero no me gusta la idea de dejarla tirada.

—A mí tampoco —dije— mejor nos sentamos en una de esas mesas, quizás en un rato haya mejor ambiente.

Las dos me dieron la razón y caminamos hacia una de las mesas que acababa de desocuparse. Nos sentamos con nuestras bebidas y nos quedamos mirando a la gente que bailaba, a ver si encontrábamos a Mari, pero fue misión imposible. Unos minutos más tarde, casi siendo la medianoche, salió un señor de unos sesenta años, calvo y con un traje de chaqueta que le quedaba dos tallas más grande a dar la bienvenida al jurado.

Reconocí a todos, los cinco miembros del jurado. Eran bailarines mediocres, me topé con todos ellos en mis inicios y su criterio para puntuar era el de un niño de cinco años. Cuantas más volteretas y cosas raras, mejor. No le importaba la técnica, solo el espectáculo. Por lo que hacía que mi trabajo de ocho horas diarias se sintiera insultado. La gente les aplaudió, ellos saludaron al público y el presentador dio la bienvenida a los bailarines.

A continuación fueron saliendo los bailarines y me picó la curiosidad, así que me acerqué con Dafne y con Ade para verles mejor y nos encontramos, al fin, con Mari.

—Cielo, ¿estás cómoda aquí? —me preguntó Mari con cara de verdadera preocupación. Aunque también le prestaba atención al tío que la abrazaba desde atrás, acariciando sus brazos y su estómago.

—Sí tranquila, de hecho me siento muy bien —contesté sin apartar mi mirada de sus ojos, porque si lo hacía, la mirada se me iría hacia el tío baboso que tenía detrás y podría vomitar del asco.

En realidad, la gente empujaba y bailaba a mi alrededor, por lo que tenía que moverme para no ser pisada y con mis tacones de diez centímetros mi pierna lo estaba pasando un poco mal. En ese momento me arrepentí de haberme puesto esos zapatos, aunque, me sorprendí de estar disfrutando de las actuaciones. Quizás por eso aguanté las dos primeras parejas que bailaron, pero, cuando fue a salir la tercera, me di la vuelta. Fue entonces cuando el señor calvo que llevaba el micrófono llamó a la tercera pareja Gala y Yago. Y me di la vuelta para verles.

Efectivamente, conocía a Gala de vista, era una bailarina excelente en lo que a bailes latinos se refería, aunque siempre noté que me tenía envidia porque yo dominaba muchos más bailes que ella y le gané en una competición individual de hace unos seis o siete años. Pero a él no lo había visto nunca y la verdad es que bailaba muy bien, ahora era yo la que tenía cierta envidia de Gala, ella podía bailar y estaba haciéndolo con un hombre bastante atractivo y talentoso. 

Me quedé hasta el final y luego las chicas me acompañaron a una mesa que se acababa de quedar vacía, la que nosotras habíamos ocupado minutos antes ahora estaba invadida por una pareja de unos cuarenta años que no dudaba en meterse mano aprovechando la oscuridad del lugar. Nos sentamos y le pedimos unas bebidas al camarero, cada una pidió un cóctel diferente y empezamos a hablar y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí a gusto y de pronto no me arrepentía de haber ido a la fiesta, de hecho me alegré de que me hubieran invitado. 

Nos lo estábamos pasando muy bien y nos acabamos las bebidas en nada, el camarero estaba tan liado y la iluminación era tan mala que no nos veía levantar la mano para llamarlo y ordenar de nuevo. Entonces vi que Yago se acercaba a la barra y decidí acercarme yo también, con la excusa de pedir las bebidas y de paso, hablarle a él.

—Te he visto bailar, lo haces muy bien, ¿de dónde eres? —pregunté indiscretamente. Normalmente no era así cuando quería hablarle a un chico, solía ser muy tímida, así que supongo que fue el ambiente fiestero y la felicidad que estaba experimentando después de tanto tiempo, lo que me impulsó a ello.

—De aquí, ¿por qué? —me respondió él cómo si mi pregunta le ofendiera.

—Es que no te he visto nunca y pensé que a lo mejor eras de fuera —contesté yo. Yago frunció el ceño y apoyó su codo izquierdo en la barra mientras giraba todo su cuerpo hacia mí para mirarme directamente a los ojos.

—Empecé a competir hace un año —me relató— antes de eso ensayaba en una academia de mi barrio. Pero nunca me lo tomé en serio, ¿por qué dices que nunca me has visto bailar antes, eres de esas críticas que se dedica a ver competiciones de baile y opinar en Internet? —Su tono sarcástico me hizo reír, recuerdo muy bien algunas de esas críticas, cuando yo empecé era más común leerlas en periódicos o revistas locales, pero con la llegada de Internet a todos los hogares, se habían creado foros de fans y blogs con críticas o alabanzas a nuestras actuaciones.

—No, solía competir en ellas —respondí con una sonrisa de satisfacción en la cara por ver cómo la suya cambiaba a una de increíble asombro. No supe si enfadarme o no ante su expresión, sabía que no estaba en mi mejor forma física después del accidente llegué a ganar hasta veinte kilos, pero, no era para tanto. El baile se lleva en la sangre.

Noté que las facciones de su cara se habían relajado, como si comprendiera que me pudiera sentir ofendida por tantísimo asombro. Me dedicó una sonrisa que llegó a sus ojos, de esas que se nota que son sinceras y me invitó a bailar, pude notar que para él fue como una especie de reto para ver lo buena o lo mala que era bailando y creo que incluso para reírse un poco de mí si fuera mala. Me dio miedo que la pierna me jugara una mala pasada, pero la verdad es que me apetecía mucho bailar esa noche y le tomé de la mano y nos adentramos entre la gente. 

Empezó a sonar la música, también era una bachata, y en el escenario estaba la octava pareja del concurso. Yago me agarró de la cintura y tomó mi mano y la levantó a la altura de nuestros hombros, como si tuviera que guiarme e indicarme qué postura adoptar para el baile. ¡Já! La música continuó sonando y entonces empezamos a bailar, mis pasos eran decididos, no noté dolor en la pierna y me animé para soltarme un poco más, ya que estaba un poco tensa. A los pocos segundos, Yago estaba completamente convencido de que era bailarina profesional, no quedaba duda, entonces le entró la curiosidad.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó con una sonrisa ladeada.
—Sabina —respondí sin dejar de bailar.
—¿Sabina Fernández? —preguntó él y yo paré en secó.
—¿Cómo lo sabes?
—Eres una leyenda —Le miré fijamente a los ojos y noté su sonrisa sincera, de profunda admiración y seguramente él podría estar mirando la mía, de entera incredulidad.

Plot a twist! de enero - Los últimos latidos de Faviola

24/1/16



¡Hola hola! He decidido apuntarme a un reto de escritura más, yeah, y aunque no quería publicar hoy, he decidido hacerlo porque recordad que el lunes se publica el primer capítulo de Baile de lenguas (qué ganas de leer vuestras primeras impresiones) y a partir del lunes voy a dejar unos días libres, sin publicar, para que el capítulo ocupe la página principal durante más tiempo. Y si dejaba pasar más días sin apuntarme al reto se me acababa el mes y este reto va por meses jajajaja.

Total, una explicación innecesaria pero quería sacar el tema de Baile de lenguas para recordároslo. Bien, Plot a twist! es un reto de Eleazar Writes y puede que os suene porque llevo varios meses subiendo otro reto de la autora, el reto ¡Yo escribo! para el que tan solo me quedan dos preguntitas por contestar. Plot a twist! en español significa algo así como "vuelta de tuerca" y se refiere a los giros argumentales en una obra, pero en realidad el reto consiste en otra cosa.

Durante los siguientes seis meses que durará el reto, Eleazar publicará tres bloques que nos sirvan de inspiración (una imagen, una frase y una canción) y a partir de ahí tenemos que crear un relato. No hay extensión mínima ni máxima, y cada mes habrá tres nuevos bloques que nos servirán para crear un nuevo relato. Y así durante los siguientes seis meses, es decir, hasta junio. Aunque lo bueno de este reto es que podemos apuntarnos cuando queramos y hacer los seis relatos juntos si queremos, pues tampoco hay límites de publicación, ni siquiera es obligatoria su publicación en nuestros blogs porque está pensado como un reto para ayudarnos a desbloquear nuestra imaginación.

Para el mes de enero, como he dicho, hay tres bloques, la primera es una imagen y es la que voy a usar para crear el relato porque ni la frase ni la canción lograron inspirarme.


LOS ÚLTIMOS LATIDOS DE FAVIOLA

El despertador sonaba como cada mañana y Faviola se levantaba apurada para apagar el aparato que se encontraba en la mesa de su escritorio. Desde allí observó la claridad que se colaba por su ventana, se acercó un poco más a esta y pudo ver a su vecino de enfrente regar el césped del jardín.

Su barrio era uno de esos barrios de las afueras donde todo el mundo presume tener más dinero del que tiene, y por alguna extraña razón, tener un césped bien cuidado era símbolo de tener más poder adquisitivo. Así que su vecino de enfrente no era el único que había amanecido más temprano para regar las plantas y cortar las malas hierbas. 

Después de asearse y ponerse su ropa de entrenar, salió de su habitación a reencontrarse con su familia. Faviola vivía sola desde hacía cuatro años, era económicamente independiente, salvo el coche, que lo pagaba su padre porque ella no podía permitírselo con su sueldo como entrenadora en un gimnasio. Pero al menos dos o tres veces al año, su familia viajaba varios kilómetros para reunirse con su hija y pasar ciertas fechas en familia. Normalmente es la persona que ha salido fuera la que vuelve a casa en las fechas señaladas, pero la familia de Faviola no era una familia corriente.

Desayunaron juntos en la mesa del pequeño salón, el hermano de Faviola, Julio, la molestaba con algunas bromas sobre su estado físico. Era cierto que la chica había engordado unos kilos debido a una ruptura, pero lo estaba superando y había logrado bajar los kilos subidos en poco tiempo, debido a su profesión, estaba todo el día haciendo ejercicio, así que realmente no había sido un problema, pero la acomplejaba igualmente. 

Faviola le dio una pequeña colleja a su hermano al pasar por su lado de camino a la cocina. Dejó allí su plato y tomó una botella de agua que había dejado enfriando en el frigorífico. Luego se dio media vuelta y salió de casa. El entrenamiento se hizo duro a medida que iba saliendo el sol, las temperaturas por esas fechas rozaban los treinta grados a plena sombra y era complicado ejercitarse en esas condiciones.

En menos tiempo del usual, la botella de agua se había quedado vacía, y la entrenadora había quedado agotada. Así que decidió volver a casa más temprano, sin llegar a acabar su meta diaria de diez kilómetros. Además, sus padres volverían ese mediodía a su casa, así que aprovecharía eso como excusa para volver antes y pasar más tiempo con ellos. 

Sus padres agradecieron el gesto, no tanto su hermano Julio que volvió a picarla diciendo que había vuelto tan pronto porque ya no estaba en forma. A Faviola le molestó ese comentario más de lo que le habían molestado los anteriores porque había algo de razón en él. Pero le ignoró porque no buscaba crear un conflicto con su hermano, al fin y al cabo él lo hacía como broma y no veía lo importante que era para ella. Solo era un crío de quince años.

Después de una larga ducha la familia pasó la tarde entre juegos de mesa, confesiones, risas, más bromas, rica comida y muchas bebidas frías. Finalmente, Ricardo, el padre de Faviola, decidió salir más tarde de casa de su hija para evitar atascos y sobre todo, para evitar conducir bajo ese sol abrasador. No fue hasta las siete de la tarde que recogieron sus cosas y marcharon felices, pues habían pasado unas semanas maravillosas en la compañía de su hija, que era una excelente anfitriona y les había llevado a varios lugares que se habían convertido en tradición cada vez que la visitaban: cenar en la pizzería Da Angelino, pasear por el Parque de La Sal, y recorrer el paseo marítimo mientras se tomaban un helado. Y para rematar, la foto frente a la estatua de San Nicolás, que para ellos tenía una gran carga sentimental porque el abuelo paterno de Faviola se llamaba así.

Ahora que su casa estaba en absoluta tranquilidad, Faviola decidió pasar un rato viendo una de sus series favoritas sobre policías. La chica adoraba todas las películas y series que fueran policíacas y hubiera un caso por resolver, sobre todo las que se centraban en un caso en especial y toda la trama giraba en torno al asesinato. Porque sí, si no había asesinato de por medio para Faviola no era tan interesante. Cuando el capítulo terminó, miró por la ventana y aún hacía sol, así que puso otro capítulo más antes de volver a salir a completar sus diez kilómetros diarios.

Tres episodios más tarde, la joven ató sus cabellos en una cola alta, cogió otra botella de agua y salió a hacer el mismo recorrido. De pronto recordó que los delincuentes que vigilan a sus víctimas usan sus patrones para saber cuando están a solas o cuando están más expuestas a un secuestro, un robo, una violación o un asesinato. Pero era absurdo que alguien la quisiera matar a ella, y menos en ese barrio, así que siguió por su camino de siempre y volvió a casa pasada media hora.

Satisfecha con sus resultados del día, pues había logrado acabar su meta y no estaba tan agotada como lo había estado por la mañana, se dirigió a la cocina a prepararse la cena. Cenaría algo ligero y luego se daría una ducha, pero después de prepararse su plato de verduras cocidas, vio una nota sobre la mesa del comedor que llamó su atención. Pensó que sería de su madre Noelia, ya que era muy cariñosa y solía tener ese tipo de detalles, pero juraría que antes de salir de casa eso no estaba ahí. Se acercó a leerla y pudo comprobar que no se trataba de su madre:

«Vas a morir» rezaba el primer párrafo y a Faviola se le hizo un nudo en el estómago «No vas a poder evitar que una noche entre a tu casa y te ataque, o que lo haga en el parque que frecuentas para correr y hacer tus ejercicios como has hecho hoy». La joven levantó la mirada del papel asustada, observó a su alrededor, en busca de algo sospechoso, todo estaba a oscuras salvo por la luz de la cocina que alumbraba los pocos muebles del salón. Ahí no había nada ni nadie más, y la joven se confió y corrió hacía el teléfono que tenía delante y marcó el número de la policía antes de seguir leyendo el último párrafo. «No estás segura en ningún lugar, te seguiré allí donde vayas y te encontraré si te escondes, y al final... te mataré».

Tengo pensado convertir este relato en una novela corta, de unas 60-70 páginas. Pero de momento seguiré con la escritura de Baile de lenguas y otras novelas que conocéis y que están a la espera.

Ejercicios de escritura de Tahis

19/1/16


¡Hola! Desde hace tiempo se me ocurrió la idea de crear una lista propia de ejercicios de escritura como los que estoy realizando de Literautas. En esa web nos encontramos 24 ejercicios diferentes que sirven como detonantes para crear una historia, más o menos extensa. Muchos de esos ejercicios despiertan mi imaginación al instante, con otros me cuesta más, la verdad es que algunos se me resisten bastante y paso mucho tiempo pensando qué voy a escribir. 

Pero la idea de tener mi propia lista de ejercicios de escritura me llama mucho la atención, así que me he lanzado a ello. Para esta iniciativa se puede apuntar cualquiera que esté leyendo esto, sea para proponer un ejercicio o sea para realizarlo en su blog. Los que se animen a cualquiera de las dos cosas me pueden dejar sus propuestas en un mail a tahisbriel@gmail.com con el asunto Ejercicios de escritura.
Para quienes quieran proponer un ejercicio: el ejercicio debe de estar explicado, no vale resumir lo que se quiere que se escriba con una frase, me tienes que decir qué es lo que quieres exactamente. También, para poderte dar créditos por la idea, debes dejarme tu nombre o nick y tu URL o alguna red social si no tuvieras blog para enlazarlo a tu nombre.

Para quienes quieran participar escribiendo: no es necesario realizar todos los ejercicios, ni hacerlos en un determinado espacio de tiempo, como si quieres empezar por el final o quieres saltarte diez ejercicios de golpe y luego volver al inicio. En cada ejercicio encontrarás una ficha donde está la explicación del ejercicio y también una lista de participantes, para aparecer en ella tienes que enviarme el link a la entrada de tu blog (también vale Wattpad o cualquier otra plataforma) donde hayas publicado el relato mediante correo electrónico.

Lista de ejercicios:

#1. Una frase. VER FICHA
#2. Un cliché. VER FICHA
#3. Un cuarto oscuro. VER FICHA
#4. Una carta de renuncia. VER FICHA
#5. Transforma la realidad. VER FICHA
#6. Escribe un tweet en 140 caracteres. VER FICHA
#7. Lista de sinónimos. VER FICHA

¿Os ha gustado la idea? Cualquier duda, dejádmela en los comentarios.

#3 Ejercicio de escritura de Literautas: Lluvia

17/1/16

¡Hola! Esta semana parece que me estoy poniendo al día con los retos, hoy toca uno de mis favoritos, el de los ejercicios de escritura de Literautas. Como sabéis de momento hay 24 ejercicios, y el de hoy es el tercero, lo hago poco a poco, por lo que seguramente me duren mucho tiempo. De momento he escrito Mr. Adriano y Desde Florida hasta Tenerife. Espero que este, llamado Lluvia, os guste tanto como a mí me gustó escribirlo, aunque realmente me costó porque el relato tenía que comenzar por la frase "Parece que va a llover" en forma de diálogo y yo pocas veces abro un relato en forma de diálogo, así que fue complicado jajaja.


Lluvia
—Parece que va llover —dijo Joana mirando al cielo.

—No, no va a llover, solo está algo nublado —respondió Katrine que se pensaba que tenía un máster en meteorología solo por llevar cinco años practicando paracaidismo. 

—En la tele han dicho que va a llover —repicó Marcos desde la puerta principal mientras se ajustaba su traje de saltar.

—Tampoco es que no podamos saltar si llueve, ¿no? —preguntó Silvana que llevaba poco más de un mes con nosotros mientras se acercaba a Marcos.

—Sí que importa, puede ser algo peligroso —dije yo desde la derecha de Joana mientras miraba a Silvana y luego a Katrine—. Quizás deberíamos de suspender el salto de hoy, no nos corre prisa.

—Mira, Wen, te quiero mucho pero no te metas en esto —dijo Katrine mirándome fijamente. Silvana y Marcos volvieron a entrar en la casa y Joana "se hizo la sueca" comprobando el paracaídas de su mochila.

—Está bien —respondí yo— pero si llueve o hace mucho viento... yo no salto. —Noté las miradas de Silvana y Marcos, que creo que eran pareja en secreto, desde el interior de la casa, a través de la ventana. Joana y Katrine me miraron sorprendidas, nadie esperaba que yo fuera a llevarle la contraria a Katrine, y menos dos veces seguidas.

Katrine es mi hermana mayor, me lleva unos tres años y medio, y desde que me mudé a este barrio donde ella vive con su novio, me visita a diario y ha adoptado el papel de madre, una muy agobiante. Sobre todo desde que decidí unirme a ella en este deporte. Sé que es de alto riesgo, mis padres lo desaprueban completamente, pero no voy a permitir que por su capricho de querer saltar hoy, podamos tener un accidente a causa del mal tiempo.

—Llevamos meses practicando el número de hoy, ¿qué os pasa? Íbamos a subir y a tirarnos y a realizar la coreografía y Mike nos estaría viendo desde el suelo y cuando llegáramos abajo... Ya sabéis, tengo el anillo preparado. No puede ser otro día, tengo que pedirle matrimonio a Mike esta tarde o todo lo que hemos hecho estos meses no servirá de nada.... —dijo mi hermana angustiada.

—Kat, entiendo que estés estresada, pero no puedo hacer nada por cambiar el tiempo. Solo queda posponer unos días la pedida de mano. No es gran cosa. No estamos hablando de la boda, solo de la pedida. ¿Qué importa retrasarlo unos días? —pregunté yo intentando sonar conciliadora.

—Claro —dijo Julius saliendo de la casa acompañado de Rob y Cris—. No estamos hablando de cancelarlo, solo posponerlo —terminó de explicar el rubio cuando empezaron a caer las primeras gotas de lluvia. Y también las primeras lágrimas de Kat.

En el portón de la casa seguíamos Joana y yo, Kat se había hecho un ovillo en el suelo y yo intentaba consolarla acariciando su cabello y pasando una mano por su espalda. Julius, Rob y Cris nos miraban de pie, casi autoritarios, pero en realidad muy preocupados. De la casa salieron de nuevo Marcos y Silvana y quedamos los siete en el porche. Nosotros siete éramos un grupo de paracaidistas que se reunía una vez a la semana para ensayar, eran ensayos muy fáciles, pues la coreografía en el aire tampoco podía ser muy elaborada: primero porque una vez que estamos "volando" es más seguro realizar movimientos sencillos, segundo porque apenas disponemos de un minuto para realizar el baile y tercero porque desde abajo tampoco se aprecia lo suficiente como para preocuparnos. Solían contratarnos para fiestas y solo ensayábamos a diario en caso de actuaciones con mucho público.

Al principio el grupo solo era de Julius, Rob (Roberto) y Cris (Cristina), ya que Cris es la hermana de Rob y se metieron en esto juntos desde adolescentes. Y Julius es el novio de Cris desde hace más de diez años y se conocieron en una competición, por lo que él también está bastante experimentado. Así que su opinión valía sobre la de Kat, y debíamos de hacerles caso si decían que el tiempo no era el adecuado.

El resto del equipo no llevaba tantos años como ellos tres, que aparte eran los mayores en edad. Marcos se había unido hacia cinco años, al tiempo que Kat, y Joana poco después. Yo me uní hace dos años y Silvana, aparte de ser la benjamina del grupo, es la más inexperta porque solo lleva saltando seis meses y con nosotros apenas uno. Y si no llega a ser por la insistencia de Marcos, estoy segura de que no estaría en el equipo.

—Vamos adentro, Kat. Nos estamos mojando —dije yo sosteniendo su mano.

—Wendy, estoy embarazada... —dijo mi hermana mirándome a los ojos—. Necesito pedirle a Mike que se case conmigo. Lo tenía todo planeado para que nada saliese mal, y no pude planear esto.

—¡Joder! —exclamó Marcos— ¿De cuánto estás? 

—Cuatro meses —dijo Katrine avergonzada—. Sé que es peligroso tirarse en paracaídas estando embarazada, y me he comportado como una loca —dijo levantándose del suelo.

—Estás agobiada, es normal —dijo Joana intentando quitarle hierro al asunto.

—Es que Mike no sabe nada del embarazado todavía —dijo Kat tocándose el vientre—. Tampoco es que me haga mucho caso como para darse cuenta, ¿sabes? Por eso me da miedo de que me diga que no. No quiero quedarme sola con el bebé, por eso la pedida tenía que ser a lo grande, para no dejarle otra opción que decir que sí —explicó Kat secándose las lágrimas.

—Vamos, que querías abrumar al muchacho para que no pudiera huir —resumió Cris entre risas.

—Algo así —dijo Kat sonriendo, pero sin borrar la expresión de tristeza de su cara.

—Tía —intervino Rob— si ese capullo te dice que no dejándote sola con el bebé, es que no te merece. No necesitas hacer locuras para quedarte con un hombre que ya no te ama por miedo a quedarte sola, porque si él te abandona, ese niño nos tendrá a nosotros, ¿me oyes?

La confesión de Rob nos dejó a todos emocionados, sabíamos que sentía algo por Katrine desde hacía tiempo o al menos lo intuíamos, pero estando ella enamorada de Mike, Rob nunca dijo nada. Pero ese pequeño discurso fue suficiente para que Cristina, Joana y yo intercambiáramos unas miradas de complicidad, porque sabíamos que en el fondo lo que quería decir es que él se casaría con Katrine si ella se lo pidiera. 

Al final del día la lluvia paró, el cielo se quedó completamente despejado y azul y salí a acompañar a mi hermana a su casa para que hablara con Mike, que debía de estar llegando de su trabajo. Entramos a la casa, pero él no estaba, pensamos que habíamos llegado muy temprano y subimos a la habitación para prepararla y darle un toque más romántico e íntimo, ya que Kat planeaba pedírselo esta noche.

Pero mi hermana se paró frente a la cama y recogió un trozo de papel arrancado de un cuaderno de cuadros en el que ponía: «No sé que sorpresa me tenías preparada hoy, pero siento no haberme presentado. Me supuse, por tu emoción ante la idea, que se trataría de algo grande y huí. No quiero hacerte daño, pero ya no te amo, me pareció mejor para ti que no me reuniera contigo para no hacerte pasar por este mal trago en público y que lo leyeras al llegar a casa. Sé que es de cobardes, pero es lo mejor para los dos. Hasta siempre».

Mi hermana tenía razón. Mike ya no la quería. Y yo pensando que solo estaba paranoica por los nervios del embarazo y la boda. Pero era un cretino. Abracé a mi hermana y la consolé como pude.

Ese día decidimos volver a casa de nuestros padres por unas semanas, Kat quiso quedarse hasta que naciera el bebé y yo me volví a mi casa donde seguí estudiando y saltando. Pero ya no éramos siete, Kat no volvería en mucho tiempo y Rob se había ido a la capital en busca de mi hermana.

Unos meses después, nació mi sobrino al que llamaron Carlos y mi hermana volvió a nuestro barrio, dejando a mis padres desconsolados porque echarían de menos a su nieto. Pero no volvió sola, volvió de la mano de Rob. Aunque decidieron ir poco a poco, ya que la prioridad de mi hermana ahora era el bebé, parecía bastante claro que para estos dos, ni una lluvia torrencial podría evitar que acabaran juntos.

Reto 5 líneas de enero: Detenido

16/1/16


El nuevo tono de llamada de su teléfono le provocó una sacudida, pues todavía no se acostumbraba a él. Estiró su brazo para buscar el aparato que sonaba incesante en alguna parte, pero no logró encontrarlo antes de que la llamada finalizara. Cuando por fin lo encontró, vio en la pantalla de su móvil un mensaje que le helaría la sangre “La policía nos ha encontrado, huye”. Pero ya era tarde, afuera pudo escuchar como gritaban su nombre y le pedían que saliera con las manos en alto.

¡Hola! ¿Os ha gustado el microrrelato? Como ven en el título de la entrada pertenece al Reto 5 líneas del blog de Adella Brac "Las palabras soñadas". Llevo unos meses participando ya en esta iniciativa que consiste en crear un texto de 5 líneas en el que tengan que aparecer tres palabras propuestas por la autora. Este mes las palabras han sido: tono, sacudida y nuevo. Y como ven yo he usado las tres palabras dentro de la misma frase, haciendo el reto más difícil jajajaja.

Espero que les haya gustado y se animen a participar, todavía están a tiempo para hacerlo dentro de este mes de enero, tan solo tienes que hacer click AQUÍ.

Baile de lenguas - Introducción

11/1/16



¡Hola! El 5 de noviembre del 2015 me animé a recopilar todas las historias que tenía sin acabar y os pedí que, en los comentarios, me dejarais cuál era vuestra favorita y cuál teníais más ganas de comenzar a ver publicada... ¡y ganó Baile de lenguas! Pero antes de acabarla quería acabar también con Ojos de Marfil que la tenía pendiente desde mayo. 

Pero al final la otra novela no me entusiasmaba tanto como esta y decidí pasar de ella y empezar con Baile de lenguas el 27 de diciembre. En esa noche revisé todos los capítulos anteriores y empecé a escribir capítulos nuevos sin parar, no me acuerdo de a qué hora me fui a dormir, pero acabé tardísimo y muy emocionada y con ganas de seguir al día siguiente.

Y desde entonces no he parado de escribir, voy en torno a las 14 mil palabras, para que os hagáis una idea. Y aún no voy ni por la mitad. Tenía un plan para esta historia desde que la creé pero a medida que la he ido escribiendo he ido profundizando más en otros personajes, como el protagonista masculino, Yago, que hasta entonces no se sabía mucho de él. 

Algo que me gusta mucho de mi historia es que no solo se centra en la protagonista y su relación amorosa, sino que sus amigas, desde el primer capítulo, tomarán importancia en la historia y serán relevantes para el desarrollo de esta, dándonos sobre todo muchos momentos graciosos, sobre todo con el personaje de Mari, Marisol, que vive la vida alocadamente y así lo deja ver a través de sus intervenciones. Aunque, como he dicho, sin perder de vista a Yago ya que él es la segunda parte de esta historia de amor.

Noté que las facciones de su cara se habían relajado, como si comprendiera que me pudiera sentir ofendida por tantísimo asombro. Me dedicó una sonrisa que llegó a sus ojos, de esas que se nota que son sinceras y me invitó a bailar, pude notar que para él fue como una especie de reto para ver lo buena o lo mala que era bailando y creo que incluso para reírse un poco de mí si fuera mala. Me dio miedo que la pierna me jugara una mala pasada, pero la verdad es que me apetecía mucho bailar esa noche y le tomé de la mano y nos adentramos entre la gente. 

La historia, como a lo mejor podéis deducir por el título y ese pequeño extracto, trata sobre el baile. En ese caso, Sabina es una bailarina de ballet profesional que sufrió un accidente de coche que fracturó su pierna y le impidió seguir bailando. La novela comienza en el primer aniversario de su accidente y son sus amigas quienes la han ayudado a salir de la depresión en la que se sumió después del accidente, así que cuando ellas la invitan a una fiesta ella se ve en el compromiso de aceptar y allí cuando conoce a Yago.

No os cuento más porque sería quitarle toda la magia jajajaja, pero ese es un buen resumen del primer capítulo y de la historia en general, que se centrara en cómo Sabina supera sus complejos y cómo se enamora por primera vez.

Empezaré a publicarla cada dos lunes, o al menos lo intentaré, si interfiere con otra publicación la pospondré para el miércoles, ya que me gusta dejar un día entre publicación y publicación. Y si el retraso fuera por otra causa mayor, os avisaré. No os preocupéis. El primer capítulo saldrá el 25 de enero y el siguiente el 8 de febrero, espero que os guste ;)

Estrenamos segunda temporada en LQTAE

9/1/16



¡Feliz 2016!

Hace exactamente un año decidí reanimar este blog que estaba medio muerto, aprendí mucho de diseño gracias a varios tutoriales y empecé cambiándole el diseño rosa y predeterminado que tenía a uno mucho más personalizado. No guardo capturas de pantalla, pero estos han sido los cambios más importantes en estos últimos 12 meses.






Como dije estos son los más importantes, pero faltan muchos más cambios. El último es el que vemos ahora en el blog, aunque con unos pequeños detalles de diferencia como el título de los gadgets. 

En cuanto a contenido también tenía que renovar un poco porque hasta entonces todo se había basado en capítulos de alguna historia, y si no tenía una historia que publicar, no se publicaba nada. Por eso el blog pasaba por largas etapas sin ninguna publicación. De hecho, en el archivo del blog podéis ver que en 2014 solo publiqué 9 entradas y en 2015 publiqué 105. 

Ese aumento de entradas, que trajo consigo un aumento de visitas, comentarios y seguidores, se debe a que aumenté las secciones. En marzo creé Saca tu novela de la papelera que fue una iniciativa que trajo mucha gente al blog, y que, en esta segunda temporada, me comprometo a continuar. También comencé con las Reseñas literarias, los Tutoriales Blogger y los Tips para escritores. Y el pasado septiembre inauguré Portadas viajeras que no será la sección que más actualice, pero seguramente la que más me guste.

Y finalmente, el cambio más importante ha sido el nombre del blog, pasando de Sueños tecleados a Lo que Tahis anda escribiendo

Quizás, en el archivo del blog, hayáis visto que en realidad este blog lleva abierto desde 2012 y por tanto serán 4 años los que cumpla, ¿no debería ser cuarta temporada? Bueno, sí, pero no ha sido una errata, lo he hecho a posta porque considero que no fue hasta el año pasado cuando este blog cogió forma y aunque su aniversario siga siendo el mismo, quería celebrar el hecho de que ya ha pasado un año desde que me tomé más en serio el blog. Y así también recordarles que el blog volverá con sus secciones habituales muy pronto. 

¡Un beso!
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